Agosto suele ser el mes de los calores desabridos. De los que hasta, a veces, incomodan. Y así ha sido, al menos en su segunda mitad. El tiempo comenzó a mejorar sensiblemente con la entrada de la semana de las fiestas de Escarrilla. Lo que también generaba nubes de desarrollo vertical rápido que cubrían el cielo y amenazaban tormenta. Este rasgo de inestabilidad se mantuvo hasta el final, pero también dio origen a días fantásticos de sol y calor. Y, en algunos casos, de mucho, mucho calor.
Todo vino bien para que las fiestas del pueblo, en honor a San Joaquín, pudieran celebrarse por el día y por la noche. Por el día, para los amigos de la ronda, para los abuelos jóvenes como Paco y Justo que cuidan de sus nietos y para los amantes de amaneceres y paseos en la montaña. Por la noche para los que gustan del baile y del bingo y gozan con sus embrujos, estrellas y candelas oscilantes.
Con la ronda del domingo y los fuegos de la noche se acabaron las fiestas de agosto, hasta el año que viene. Luego quedarán las de San Sebastián, con frio y hogueras. Pero éstas quedan, por las fechas y rigores invernales, propiamente para los lugareños que se invitan a patatas asadas y embutidos regionales.
Y para estas excursiones nos han faltado algunos amigos. José Luis que lleva meses con dolores de espalda y contracturas y Txaro y Víctor. Los creíamos por el Atlas cuando hete aquí que un correo nos comunicaba que Txaro se había fracturado las dos muñecas y alguna vértebra en una caída tonta de consecuencias desastrosas. Os hemos echado en falta y ahora os deseamos la mejor de las recuperaciones. El próximo año seguro que caminamos juntos por las montañas.
Un abrazo.
Eduardo
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